Miércoles de Cocina

MIERCOLES DE COCINA

November 26, 20252 min read

Todo arranca temprano, como tiene que ser. Un mensaje, un hashtag y una pregunta que no admite demasiadas respuestas: ¿hoy se juega?

Desde ahí, el grupo entra en el estado habitual de los miércoles: ansiedad, rito y pertenencia.

La primera batalla no es futbolística, es gastronómica. Cuánta carne, cuántos kilos, quién se come qué. Surgen números, exageraciones y una certeza compartida: el miércoles no se negocia con verduritas. El asado es parte del plan tanto como la pelota.

Mientras avanza la mañana, la conversación muta en su forma más honesta: cargadas sin filtro, afecto violento y humor interno que solo funciona porque todos saben dónde están parados. Alan queda expuesto como presa recurrente, Oso Negro empuja el límite, Toro y Pola organizan en el desorden, y Cali tira frases que prenden fuego el chat. Nadie se ofende de verdad: insultar es otra manera de decir acá estamos.

A medida que se acerca el partido, aparece el caos operativo clásico. Confirmaciones, dudas físicas, bajas de último momento, refuerzos improbables. Las formaciones van y vienen, se discuten posiciones, se reescriben equipos que nadie termina de aceptar. Potrillo y Toro encaran un duelo táctico eterno que nunca se resuelve del todo, pero que alimenta la previa.

La tarde llega cargada de tensión futbolera. Hay discusiones serias dichas en tono de chiste y chistes que esconden verdades. Alguien se baja, alguien duda, alguien propone una solución más absurda que la anterior. Pirueta observa, mete comentarios justos y deja que el grupo haga lo suyo.

El cierre no es una formación definitiva ni un acuerdo total. Es una frase que ordena todo sin ordenar nada:

“Adentro de la cancha nos olvidamos de todo.”

Y ahí está la clave. El chat no existe para organizar perfecto, existe para llegar juntos. El fútbol es la excusa. El miércoles, la liturgia. El grupo, el verdadero equipo.

Nos vemos en un rato.

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